Para que una reducción de la contaminación sea efectiva se requiere que las empresas desarrollen una estrategia corporativa que compatibilicen sus actividades económicas con el cuidado del medioambiente. En otros términos, un desarrollo económico sin alterar el ecosistema, premisa fundamental del Desarrollo Ecológico Sostenible.
Los estudios internacionales, en este sentido, sugieren que la implementación de políticas medioambientales severas mejoraría la competitividad de las empresas. Esto supone que las legislaciones gubernamentales obliguen a las empresas a explorar nuevas oportunidades para ahorrar dinero y mejorar sus productos que de otro modo no hubieran hecho por iniciativa propia.
Ciertamente, la gestión medioambiental está siendo considerada como nueva dimensión dentro del entorno competitivo de las empresas y éstas están siendo sometidas a un amplio rango de presiones, desde grupos ecologistas hasta instituciones financieras y legislativas.
La competitividad y la propia continuidad de la empresa, debido a legislaciones y presiones financiaras cada vez más exigentes, pueden llegar a depender de una adecuada integración de aspectos vinculados al medioambiente en la estrategia de la empresa.
La pregunta que cabe hacerse es, ¿cómo puede influir o qué implicaciones puede tener una política medioambiental en la competitividad de la empresa? En este aspecto, existen dos líneas de pensamiento, en cuanto una de ellas cuestiona la posibilidad de que la rentabilidad económica-financiara y la rentabilidad medioambiental de la empresa mejoren de forma simultánea; es decir se niega la posibilidad de que resulten beneficiados tanto el entorno físico como la empresa. Esta línea de pensamiento conservadora o tradicional advierte que una política medioambiental es una amenaza para la empresa, por cuanto los beneficios que se puede obtener del entorno natural van a ser a costa de la rentabilidad y la competitividad de la empresa. La introducción de aspectos medioambientales supondría un despliegue mucho mayor de recursos financiaros, técnicos y humanos que a la larga generarían una serie de costos.
La segunda línea de pensamiento denominada nueva sabiduría señala, por el contrario, que una adecuada gestión medioambiental puede mejorar la competitividad de la empresa o mejor dicho incrementar la rentabilidad económica-financiara. Esta línea de pensamiento aduce que los costos generados debido a la introducción de consideraciones medioambientales son compensados por la obtención de determinados ahorros en otros.
Los argumentos de aquellos que abogan por la incorporación de tecnologías más limpias en los procesos industriales hacen hincapié en que este tipo de políticas podrían mejorar la competitividad de las empresas y abaratar sus costos. A pesar de que los estudios internacionales sugieren a las empresas cumplir con normativas medioambientales, los daños ecológicos han puesto en alerta a los gobiernos del mundo desarrollado y no desarrollado con el fin de poner límites a las prácticas contaminantes. El problema radica en que las leyes se hacen insuficientes para tratar de presionar a las empresas a que adopten medidas más ecológicas en sus procesos industriales. El otro problema es que, igualmente, los intereses políticos son más poderosos a la hora de evaluar un eventual impacto ecológico que generan las empresas.
Columna de opinión: Dr. Planck Barahona Urbina
Académico Departamento Industria y Negocios, Universidad de Atacama
Publicada en www.elquehaydecierto.cl